Es imperceptible lo frágil que somos, parecemos fuertes sin ningún problema y en cualquier momento con algún detalle explotamos de alegría o de llanto.
Un beso, un abrazo, un recuerdo, una palabra, una respuesta, una fotografía, una imagen de tantas que vemos en cada minuto podrían ser las que nos ayuden a ser más sensibles a la vida, sin embargo, tratamos de que esto no pase colocamos en nuestro interior un muro, como si ser indefenso fuera pecado.
Debemos descubrir que la inteligencia va más allá de la fuerza y el estar siempre de pie; descubrir que el caer y levantarnos de nuevo es mucho más valioso que nunca caer. Saber que existe el dolor y el llanto, así como sentimos la felicidad y las sonrisas.
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